No juzgar puede significar no aferrarse a los inevitables
juicios de valor que la mente crea
─ Daniel Siegel
─ Daniel Siegel
Hace
rato me llama la atención el verbo to be de la lengua inglesa, porque traducido
al español significa ser o estar. Es decir su sentido es ambiguo en tanto que
ser hacer referencia a una cualidad de la personalidad y el estar a una
situación puntual momentánea, o sea, si digo en inglés “i’m sad”, puedo
interpretarlo como soy triste o estoy triste. En español la diferencia es
clara, “soy triste” dice que mi personalidad tiende a ser melancólica, etc.,
pero el estoy triste se interpreta que en este momento me siento triste y tal
vez luego se me pase y la emoción cambie a alegre. El ser da la impresión que
ese cambio no puede ser posible, el estar es pasajero. Y es que ser o estar no
es lo mismo al momento de juzgar y puede afectar al otro cuando se le califica
por situaciones momentáneas, como por ejemplo, decir que alguien es “toxico”
por un comportamiento errado del momento.
Por
eso en el Aikido Verbal el modo que usamos el lenguaje es importante: No es lo
mismo decir soy “toxico” a estoy “toxico”, juzgar por las acciones del momento
aunque sean repetitivas es erróneo. El fundador del Aikido solía insistir en
que cada técnica es única, irrepetible, por lo que estudiar Aikido por la
imitación y copia de las técnicas no es adecuado, Aikido se debe estudiar por
aplicación de sus principios básicos y debe haber una comprensión profunda de
ellos. Igual en el Aikido verbal se debe comprender esos principios del
lenguaje, y como usarlos, y lo primero es reconocer la propia “toxicidad”, del
cómo hacemos juicios de valor constantemente de nuestros compañeros, del
vecino, de los miembros de la familia y guiamos nuestras relaciones a partir de
esas opiniones sin hacer una valoración y escrutinio real.
Es
cierto, es inevitable hacer juicios de valor de los demás y de uno mismo, somos
seres del lenguaje, con él construimos nuestro propio mundo, lo comprendemos y
nos expresamos, no podemos existir fuera del lenguaje y debemos hacernos cargo
de eso, debemos hacernos cargo de nuestros sentimientos, de nuestros
pensamientos, de nuestras emociones, de nuestra vida, de cómo nos afecta el
trato y contrato con el otro, con el compañero, la familia. Debemos comprender
el poder de las palabras, de cómo afecta nuestra vida y la de los demás, y
sobre todo qué nos afecta desde adentro, es decir, no es lo que el otro me dice
lo que me afecta, es lo que yo interpreto y entiendo eso que me dice lo que me
afecta, es la propia “toxicidad” la que hace daño. Por eso cuando se domina la
técnica de Aikido ya no hay rival, el compañero y el aikidoka somos uno, ya no
nos aferramos a la idea de contienda, nos apoyamos en la construcción de una
relación “nutritiva” que nos fortalece en cada encuentro.
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