jueves, 18 de junio de 2020

La inteligencia emocional a través del Aikido


Conviene no olvidar que todo lo que es percibido por la mente, el corazón y el espíritu, se vive con el cuerpo y por el cuerpo
     José Santos Nalda

Soy un convencido que lo fundamental del Aikido, como arte de armonización y paz, es la habilidad de sentir al compañero, sus intenciones y la energía que entrega en la práctica. Sin esa sensibilidad de la energía que se vive en la práctica, el Aikido no sería más que otro deporte para estar en buena condición física y entretenerse un rato después o antes de un día laboral. El Aikido trasciende la práctica de ejecución de técnicas y de mantenimiento físico para ser un arte donde se desarrolla la sensibilidad por las acciones del compañero, sus intenciones o proyección de su energía al momento de hacer un ataque o ejecutar una técnica, es por eso que puede responder acertadamente al acontecimiento de la práctica, bien recibiendo la técnica o ejecutándola.

Ser sensible, en eso consiste la continuidad de consciencia, el momento presente, el ahora, es sentir la vida ya, con el tacto, con el olfato, la vista, el oído, el corazón, la mente, con todo el ser, y eso también implica la emoción. Y en ese sentido el control emocional del Aikido trasciende el simple dominio de la emotividad (expresión de las emociones de forma reactiva e impulsiva) como solía exigirse a los samuráis en su época, sino que es el desarrollo de la inteligencia emocional tal como se entiende en la actualidad: dominio de la las inteligencias intrapersonal (comprensión y regulación de las propias emociones) e interpersonal (comprensión de las emociones de los otros con la respectiva habilidad de reaccionar de acuerdo a ello). No es solo comprender mi propio estado emocional, no es solo evitar hacer daño con mis armas al otro, es comprender al otro, sus intenciones y guiarlo a la reconciliación. No solo siento mis emociones, debo sentir las emociones de mi compañero que se expresan por su cuerpo y por sus palabras.

Cuando se es sensible a las propias emociones y a las del compañero se es posible pensar en la convivencia, en la reconciliación y en soluciones que beneficien a las partes implicadas porque es posible comprender los sentimientos que se ponen en juego, la energía que corre en medio y hacia dónde se dirige. Tal sensibilidad se desarrolla al mantenerse muy relajado en la acción, eso es Aikido y en tal actitud es posible sentir la intención del compañero, la energía que pone en el ataque o la técnica y la dirección en que se proyecta la energía, se siente el desequilibrio y las posibilidades de recuperar nuevamente el equilibrio. Eso es inteligencia emocional, sentir una emoción, distinguirla y comprenderla, saber en qué momento y por qué se siente al tiempo que se distingue la emoción del compañero detrás de la intención, de la acción o las palabras. Tal habilidad es posible cuando se está en calma, tranquilo, con un buen ánimo.


En ese sentido, practicar Aikido y entrenar la inteligencia emocional tienen mucho en común y en una buena orientación de la práctica podría ser lo mismo: desarrollar la sensibilidad de la energía que se pone en juego en un intercambio de acciones con el compañero, la familia o cualquier tipo de relación donde se convive con otros seres humanos. Es desarrollar el tacto y el corazón para aumentar la empatía y hacer de la convivencia una experiencia agradable y enriquecedora donde se aprende de cada acción, de cada técnica, de todos y todo donde podemos vivir a plenitud el Aikido.

No hay comentarios:

¿Es el Aikido un arte marcial meramente defensivo?

 Cuando yo empecé a practicar artes marciales, más exactamente Taekwondo, mi profesor solía decir que “deberíamos usarlo únicamente como def...