En una ocasión, entrenando en un seminario de mi maestro de
Aikido, tenía dificultad para aplicar la técnica a un compañero, siempre
llegaba a un punto de estancamiento. Yo atribuía esta dificultad a una falla en
mi ejecución, que yo estaba forzando la técnica, algo estaba fallando y no
podía entender qué. Sin embargo mi maestro se acercó y nos comentó “ambos tiene
un aikido muy opuesto, uno de ustedes tiene un aikido muy fuerte y el otro muy
suave; Jairo, tu aikido es muy suave, en cambió el suyo es muy fuerte”, a lo
que mi compañero me miró sorprendido diciendo “creí que era al contrario, pensé
que mi aikido era suave”.
Realmente en el Aikido, cada técnica es algo que se
construye ente dos, en tal sentido, cuando hay una falla en la técnica, cada
cual de sus participantes, tanto uke como tori, debe examinarse a sí mismo y
hacerse preguntas como ¿dónde está el fallo? Puede que quien presente la
dificultad sea el uke en su ataque y forma de recibir la técnica, como en el
tori en su ejecución, o tal vez en ambos. Es muy fácil atribuir al compañero
una mala ejecución cuando soy uke y decir, “no siento que me desequilibre”
mientras me pongo rígido como una tabla y estanco el flujo del ataque. O cuando
soy tori y no logro derribar al uke decir “siento mucha resistencia de mi
compañero eso hace muy difícil derribarlo, qué mal uke es”.
Así que cuando se habla de sinceridad en el ataque consiste
en dejar fluir el trayecto del ataque y acompañar la ejecución con intención de
autoprotegerse de la técnica, es decir, evitar ser dañado por la misma, ya que
con la técnica supuestamente viene un contraataque, o sea un golpe (recuerde
que O’sensei decía que el atemi es el 90% de la técnica). La sinceridad en la
ejecución de la técnica también consiste en dejar fluir hasta que el compañero
reciba lo que está dispuesto a recibir, bien sea el ukemi, un golpe, una
contratécnica o un simple estancamiento —el cual se puede
presentar porque, por etiqueta, el aikidoka evita golpear con contundencia al
compañero—, pues no tenemos la menor intención de dañarlo, humillarlo o
cualquier otro resultado que pueda ocurrir en esos encuentros forzados.
Así que siempre practique con la intensión de aprender, de
mejorar en cada entrenamiento, y siempre analizando a detalle cada acierto y
cada error que se presente, no busque responsables de los fallos, estudie cada
error, corríjalo o pregunte a su instructor sobre la forma correcta o de cómo
debe ejecutar la técnica con su compañero cuando está fallando algo en ella. Si
usted es el instructor y tiene dificultad, pues permítale al estudiante
cuestionarlo y descubran juntos la mejor manera de encontrar la falla y corregirla.
No crea que porque usted es instructor, Sensei, maestro o cualquier otro título
que ostente lo hace invulnerable o sabio, tal cosa no existe y como
instructores somos vulnerables y cometemos muchas fallas en la ejecución de la técnica,
después de todo cada técnica es única, y solo en su momento se presenta la situación
como tal que demanda ser resuelta en ese momento, o tal vez después de un largo
y profundo análisis de las variables que se presentan. Evite hacer suposiciones, sobre todo evite calificar a su compañero, estudiante, maestro o quien sea por una situación fortuita que se presenta durante su interacción con esa persona.
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