Este es un término japonés para hacer referencia al estado
de alerta y vigilancia, a la capacidad de percibir el peligro. Aunque no es tan
claro esta interpretación, pues el zanshin va un poco más allá, es también como
un “escudo protector” en tanto que le permite al artista marcial reaccionar con
eficacia ante una amenaza y, en este sentido, se debe diferenciar del estrés,
el cual es la reacción natural del organismo ante una amenaza real o imaginada
y que algunos suelen llamar “zanshin negativo” por ser vegetativo, biológico y compartido
con todos los animales, pues la supervivencia depende de la adecuada reacción
al peligro y que los seres vivos tienen de forma instintiva. La emoción del
estrés es el temor y corresponde a una respuesta de huida o lucha ante la amenaza; y que
en nuestra época parece injustificada en el mayor de los casos, pues casi
siempre corresponde a situaciones que no son reales, hasta el punto de ser
permanente, ya que al no tener claro el origen de la amenaza no se puede encontrar
una respuesta adecuada para salvar el sentimiento de temor que embarga,
ocasionando deterioro de la salud.
El zanshin como disponibilidad para reaccionar al peligro no
puede estar encubierto por el miedo al peligro, como ocurre con el estrés, es más
bien un estado de independencia en tanto que se sustrae del entorno y el
sentimiento y este no ha de depender de la situación o del otro, se ha de tomar
distancia emocional para mantener la calma. Para tal efecto, es necesario el
entrenamiento concienzudo de la respiración, puede ser por medio de la práctica
de las artes marciales, de la meditación u otros ejercicios que permitan el
dominio del ritmo respiratorio como control del flujo emocional. Se debe tener
cuidado de no confundir el control de la emoción con neutralizar el estado
emocional que provoca los acontecimientos vitales, es decir, la disponibilidad
que representa el zanshin es consecuente con la asertividad, con las respuestas
adecuadas a los ataques que se recibe, es reconocer que el peligro provoca
miedo para reconocer su surgimiento y no reaccionar de manera incontrolada
llevado por el susto, sino percibir la situación y actuar en consecuencia y de
manera objetiva.
El zanshin como escudo apunta a algo como una irradiación de
poder que los grandes maestros inspiran de tal manera que neutraliza la
agresión con su mera presencia, es algo indescriptible y a lo que todo artista
marcial debe aspirar. Tal estado solo se logra con mucho entrenamiento
orientado al conocimiento de sí mismo y al control de las técnicas de
respiración.
Por eso aconsejo que para entrenar el zanshin observen
constantemente su respiración al momento de ejecutar una técnica de aikido, de
recibirla o al realizar cualquier ejercicio, incluso a cada instante de la vida
cotidiana, darse cuenta del ritmo de la respiración al estar alegres, tristes,
enojados, asustados, en cada emoción sentida. También recrear alguna situación
en que se pudo mantener tranquilo y en calma mientras la situación circundante
era caótica, violenta o irritante, y si
cree que no ha vivido tal, imagínela, hágala suya, reconózcase en ella, siéntala, vívela, practíquela en cada
oportunidad que tenga, y sobre todo recuerde, como dice Barbara Berckhan en su
libro Aprender a Defenderse de los Ataques Verbales: “No se trata de reaccionar
siempre de forma correcta.
Es mucho más
importante que no
nos ataquemos a nosotros mismos, que convivamos en armonía
con nuestras imperfecciones”.
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