miércoles, 4 de agosto de 2010

LA PRÁCTICA DEL AIKIDO COMO FOMENTO DE PAZ.

Introducción

¿Qué es Aikido? El Aikido es un arte marcial japonés fundado por Osensei Morihei Ueshiba (1883-1969), donde combina su profundo conocimiento espiritual con la técnica marcial. La palabra Aikido significa: "La vía de la armonía espiritual", por eso el Aikido trasciende las artes marciales duras (de confrontación, golpes y destrucción) y suaves (de ceder para vencer) para ser un arte marcial de armonía consigo mismo, el prójimo y la naturaleza. Su técnica consiste en unir la energía que el contrincante utiliza en su ataque con la energía del aikidoka con movimientos circulares del cuerpo, con la intención de neutralizar el ataque o proyectar lejos al agresor. El Aikido integra en el entrenamiento los aspectos físicos, mentales y emocionales del estudiante, desarrollando su autoconfianza y su capacidad de reaccionar instantáneamente frente a cualquier situación. Beneficios de la práctica del Aikido El Aikido brinda beneficios a nivel personal en los aspectos físicos, mental y espiritual, tanto como a nivel social. A nivel personal el practicante va desarrollando una postura estable y una respiración libre a medida que se libera poco a poco de los bloqueos inscritos en el cuerpo y espíritu, al tiempo que se ejercita los músculos y articulaciones adquiriendo flexibilidad, coordinación, resistencia y reacción. También desarrolla la atención, la concentración y la memoria. Además, permite canalizar de forma positiva toda su energía agresiva. A nivel social el Aikido ofrece la posibilidad de resolver diferentes situaciones sin la necesidad de imponerse al otro, sino con la colaboración y cooperación buscando vías en la unión de esfuerzos, permitiendo que las situaciones conflictivas sean provechosas para el crecimiento de los grupos.

¿porqué practicarlo?
En tiempos en que todas las personas esperan superar la violencia que vive el país, se hace necesario plantear proyectos que permitan a los jóvenes canalizar la agresividad que tienen en su espíritu emprendedor, agresividad que no se puede dejar de lado ni ignorar, porque precisamente es la falta de la oportunidad de darle una salida adecuada la que genera su manifestación violenta y destructiva que tanta desgracia ha dejado en nuestro entorno. Una de esas posibilidades de canalizar la agresividad es el Aikido (arte marcial de la armonía), donde se combinan el juego, la recreación y la disciplina de un arte que pone en el cuerpo toda la manifestación del ser humano como tal.

Dentro de la idea que tiene el común de la gente sobre las artes marciales es que son violentas y agresivas; que invitan a golpear y destruir al otro. Pero nada más lejano de la verdad, puesto que la práctica del Aikido conlleva una salida a la agresividad propia del ser humano de una manera saludable, al encontrar una manera de expresarla directamente, pero canalizada y simbolizada a través del dialogo de los cuerpos, que se mueven al ritmo de un combate convenido entre los contrincantes. Las razones para considerar que la práctica del Aikido como una herramienta poderosa para fomentar la paz entre los personas que quieren dejar la violencia es el derecho que tiene el ser humano a sentir rabia, tristeza, miedo, indignación entre tantos otros sentimientos considerados negativos que lamentablemente no tienen la posibilidad de expresarlos porque temen dañar al otro o ser calificados de débiles o cobardes. Esto nos lleva a tener en nuestro interior un cúmulo de sentimientos inexpresados que en cualquier momento explota en un ataque violento contra quienes tenemos a nuestro lado, causando mucho más daño que el supuesto evitado cuando nos tragamos el sentimiento, y lo peor es que desconocemos el porqué de la fuerza y la razón de tal ataque. Otra buena razón es la necesidad de formalizar y mejorar la expresión corporal por medio de la relajación física que se alcanza con el trabajo corporal del Aikido. Por ejemplo, se dice que el dialogo es la mejor manera para canalizar y dar salida a los conflictos personales y sociales, pero el dialogo no sólo está compuesto de palabras, sino además de gestos, de la expresión corporal que acompaña el hablar: El movimiento de las manos, las facciones del rostro, la tensión de los músculos, etc. que expresan más de lo que las palabras dicen. Pero aún estos gestos están viciados por el temor aprendido, el estrés y la forma particular de ser de cada cual, lo que lleva a tener interpretaciones erróneas de lo que se dice. Además que solemos escuchar lo que nos conviene, lo que suponemos que dice e interpretamos desde nuestra visión, lo que hace del dialogo intelectual más bien un obstáculo para la adecuada comunicación entre las personas. Sin embargo, si hacemos del cuerpo un canal de expresión natural podríamos facilitar la comunicación. Para que esto sea posible, es necesario que el cuerpo se acostumbre a estar relajado. Situación que se logra cuando la persona tiene una constante observación consciente de su propiocepción, o sea es capaz de sentir sus músculos y saber su estado de tensión o relajación en cada momento. Precisamente esto es algo que enseña a hacer la práctica del Aikido, por lo que el artista marcial suele ser una persona más calmada y pacifica que el común de las gentes.

Se podría pensar que el deporte como tal cumple también con la función de mejorar la actitud corporal del ser humano. Esto no lo podemos negar, pues el Aikido no deja de ser un deporte para la vista de las personas que sólo la ven desde afuera, desde donde se ve solamente como un ejercicio físico que mejora la destreza, la fuerza, la resistencia, etc., pero el Aikido, además del trabajo físico, encarna toda una filosofía que considera al cuerpo como el ser mismo: no hay persona sin cuerpo, sin la estructura material que sustenta su existencia. Y es a través de él que el sujeto habla, se expresa, se presenta como ser inmerso en la sociedad y en la cultura que le toco vivir por estar ahí en carne viva. De esta manera, el Aikido pasa a ser la expresión misma de la persona que lo practica, su ética y su estética, su estilo de vida, por lo tanto es algo que no se puede llevar a la competencia y la rivalidad entre distintos practicantes, pues no se puede ser uno mismo sino en relación a sí mismo y no en comparación con otros —Ni siquiera puedo ser mejor que mi mismo porque soy en todo momento independiente de lo que fui o seré, sin embargo no puedo negar lo que fui y seré por lo que soy. Desvirtuar lo que fui, lo que soy y lo que seré, sería desvirtuarme como ser que existe—. Por lo tanto el Aikido me reconoce como ente en tanto que lo práctico y me expreso por él. Es por esto que el Aikido no tiene un fin para ser practicado y se debe practicar para el resto de la vida.

Todo lo descrito hasta el momento da pie para pensar que la práctica del Aikido debe ser orientada como una actividad formativa, lúdica y recreativa, donde su práctica debe ser la realización de la práctica en sí misma, desalineada y creativa, mediante la cual el ser humano realiza su propia esencia humana. Debe ser desarticulada de propósitos egoístas y competitivos donde se vanagloria al más fuerte, hábil o inteligente, sino un espacio donde se comparte el interés por la técnica y se aprovecha el conocimiento del otro para articular propuestas de convivencia, de encuentro, de expresión. Pero sobre todo, el Aikido, tanto como el juego en los niños, no tiene un ideal para alcanzar, pero en la medida que se realiza la personalidad del sujeto se afianza, se desarrolla, se crea, se aprende a respetar al otro en la medida que se respeta a sí mismo. En este aspecto, también se desliga al Aikido del misticismo que algunos le dan al considerarlo como una práctica espiritual, puesto que el juego no es una religión, sin que por eso deje de ser una práctica que transmite valores positivos de convivencia. El Aikido no tiene límites de edad, persona o condición social para ser practicado, sólo se hace necesario reconocer su valor estético y ético, y sobre todo reconocer nuestros propios límites para realizar ciertos ejercicios que exige la práctica, así como aceptar el ritmo propio de aprendizaje e incorporación de la técnica, puesto que es nuestra propia naturaleza la que expresamos a través de ella y no lo que se nos impone desde afuera, sin desconocer por ello la interdependencia con el medio . En definitiva debe entenderse como la fluidez de nuestras energías con el otro, el medio y nuestro interior. Y en la medida que se acepta y se reconoce esta interdependencia es posible reconocer cual es nuestra libertad y cual el límite hasta donde podemos llegar en el contacto con el otro.


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