1. Defensa Personal y artes marciales
Cuando se ofrecen cursos de artes
marciales siempre se alude a la defensa personal como atractivo para que le
gente se motive a practicarla. Lógicamente este ideal cae al transcurso que se
practica, pues se descubre que para lograr un buen desempeño en el arte marcial
que se practica es necesario un buen estado físico que se alcanza con una
practica casi de un deportista de alto rendimiento, lo que implica sacrificar
un poco la salud, puesto que la practica de cualquier deporte casi al 100% de
nuestra capacidad disminuye la reserva energética del cuerpo y cae rápidamente
en un estado de agotamiento. O sea que las personas que se acercan con el ideal
de aprender a defenderse pierden interés, pues es lógico que si soy fuerte,
ágil, muy hábil y astuto podría defenderse sin ningún problema así no sepa
algún arte marcial. También la idea de defensa personal está asociada con la
idea de estrategias para tomar ventajas en un combate real. Pero ninguna
estrategia marcial es realmente 100% efectiva; siempre hay una contra técnica o
truco para superarla o evitarla. El combate simulado que implica su estudio
tampoco llena las expectativas sobre la efectividad de la técnica, y no es
posible cubrir todas las posibilidades de ataques o estilos de combate
posibles, sobre todo cuando cada arte marcial tiene su propio estilo de
combate, que no se compara con el combate callejero que implica la defensa
personal. De este modo nos queda replantear que es defensa personal.
Las personas que buscan en las artes
marciales defensa personal, son por lo general personas que se consideran
débiles e indefensos ante un mundo agresivo y violento --tal vez tienen su "abusivo personal" que los violenta a diario a quien estiman, por lo que quieren
aprender a defenderse sin lastimarlo-. Se podría decir que más que
defensa personal buscan el modo de vengar la ofensa que otros le acometen,
demostrarles que son poderosos y difíciles de intimidar. Pero eso no es defensa
personal, así haya quien diga que "la mejor defensa es el ataque",
pero eso es falso, si yo ataco primero paso a ser el agresor antes que el
agredido, eso no es defensa sino agresión. También si respondo un ataque pasó a
entrar en el juego de la violencia que el otro quiere imponer, eso no es
defensa, eso es un combate, una guerra. Debemos entender la defensa como tal,
como la acción de evitar ser lastimados, de proteger mi integridad y para tal
meta no es necesario lastimar al contrincante o eliminarlo, sólo hay que
mantenerse alejado de la trayectoria de sus ataque, eludir sus golpes y tal vez
buscar una conciliación. El Aikido es el primer arte marcial que ofrece esta
alternativa de intercambio en la ejecución de su estilo de combate.
Tal vez los Aikidokas estén en desacuerdo
con mi planteamiento, puesto que el Aikido ofrece un sistema de combate
particular que no tiene punto de comparación con el combate callejero, que es
sobre el cual se aplicaría la defensa personal. Pero el Aikido ofrece dos
alternativas aplicables a la defensa: evitar ser lastimado con movimientos de
esquiva (giros y desplazamientos en zig zag) y plantea un movimiento muy
natural de acuerdo a la anatomía del cuerpo humano, o sea que para la ejecución
de la técnica no es necesario hacer posiciones o movimientos complicados como
los que realiza la gimnasia (en casos como la capoeira o el kung fu). Lo que
sugiera que a la larga, una vez comprendido los principios básicos del Aikido
es posible aplicar el Aikido a la defensa personal.
2. El kata
Otro argumento para desechar las artes
marciales como defensa personal es el asunto que estas privilegian el kata
sobre la eficacia en el combate. Pero ¿qué es el kata? Se entiende el kata como
el esquema demostrativo de un combate simulado. Normalmente se traduce como
forma, esquema, figura, gesto, pero hay que entender su sentido más profundo
porque lo se busca con la practica del kata no es sólo la belleza formal de la
técnica -de ser así, no sería un arte marcial sino una danza- sino, además la
forma mas eficaz de la misma, o sea la formalidad de la técnica marcial no es
más que la búsqueda de los principios físicos y biomecánicos que comprenden la
ejecución de la técnica, o lo que es lo mismo, se pretende lograr mayor
eficacia con el mínimo esfuerzo. Por eso la práctica de un arte marcial como
defensa personal demanda una entrega entera y constante a la práctica durante
varios años antes de pensar en la eficacia en el combate. Las artes marciales
orientadas al kata se practicaban en el Japón en tiempos de paz como método
para mantener a los guerreros en forma al tiempo que mejoraban sus estrategias
de combate, por lo que la aplicación de las técnicas no se llevaba hasta su
máxima expresión, o sea la muerte del contrincante, situación que ha llevado a
pensar a la gente que la practica del kata no es una adecuada manera de llegar
a comprender la razón de ser de las artes marciales que es superar al
contrincante. Practicar de una manera suave y cuidando al compañero es para
algunos una forma de engañar a las personas con respecto a la defensa personal,
pues el cuerpo no aprende a reaccionar con la destreza y fuerza del combate
real, y tal vez es cierto cuando se espera que las respuestas de pelea sean
casi reflejas en los guerreros. Por eso artes marciales como el Taekwondo
llevaron a la competencia el combate con contacto total apoyado con una serie
de protectores y, por supuesto, restringiendo las técnicas peligrosas,
reduciéndose a un boxeo con las piernas.
Pero a la larga creo que este argumento
desmerita el valor de la kata como estudio de mejorar y perfeccionar el estilo
de combate. Y, por supuesto, el Aikido como arte marcial no violento no
necesita restringir o disimular la realidad del combate, puesto que su práctica
no se realiza para resaltar la superioridad de uno sobre el otro o para
aniquilarlo. Por ejemplo, cuando el uke cae no es por que perdió ante el tori,
sino que es una manera de salir ileso de la técnica teniendo la
posibilidad de huir o continuar con el combate. Y, por supuesto que, si se
comprende el principio básico del Aikido: "evitar ser lesionado", una
buena caída es la mejor manera de alcanzar este objetivo, puesto que el choque
y la confrontación puede ocasionar daños a uno o al otro.
3. Ser uke.
Sin embargo, la razón de mayor envergadura
para la deserción en las artes marciales no es la frustración de no alcanzar
las metas, lo engañoso de la practica del kata con respecto al combate real o
el sacrificio que implica su practica, sino el golpe al ego cuando se es uke -y
es que ubicarse en la posición de quien pierde, es humillado o inferior a su
compañero es desagradable para cualquiera, sobre todo en una sociedad que
promueve la gloria del triunfo-.
Quien practica artes marciales desea
aprender a superar al contrincante con técnicas que muestren su superioridad en
fuerza, astucia e inteligencia, pero para aprender las estrategias de combate
debe primero recibir las técnicas; tal es el caso en el Aikido donde su estudio
supone un agresor que pierde al intentar golpear al Aikidoka, este supuesto
agresor es uke. Entonces uke tiene dos connotaciones negativas que nadie quiere
asumir: es el malo y es el perdedor. Y lo peor es que se resalta la importancia
de uke sólo en el sentido de ser necesario para aprender a ejecutar la técnica
y se desconoce su papel primordial como maestro de tori y sobre todo como el
camino de la humildad del artista marcial.
El efecto de las connotaciones
psicológicas que recaen sobre uke son un aspecto importante para estudiar en el
caso de las deserciones y en las dificultades de los novatos para comprender la
técnica de Aikido, pues estas lesionan el ego del practicante que desconoce el
arte de ser uke, arte que esta íntimamente relacionado con la filosofía
oriental (del eliminar el ego y el desapego del Zen y de la "no
acción" del taoísmo entre otras ideologías orientales que promulgan el
vacío como lo verdaderamente real). Y es que en un pensamiento donde la
rivalidad de los opuestos no existe, sino que hay una dialéctica dinámica no se
puede hablar de malo o bueno, perdedor o ganador porque los opuestos se
confunden en una unidad indiferenciada donde no se sabe quien es quien; sólo
hay una relación de dos en la practica donde cada cual le saca provecho al
papel que le toca desempeñar.
Ser uke es el camino de la humildad, de la
eliminación del ego en el sentido del dejarse guiar por tori en la ejecución de
la técnica sin la pretensión de ser el mejor, pero no significa una resignación
y un abandono al antojo del tori sino que debe haber una comprensión corporal
de las intenciones que se ponen en juego en la técnica, el uke debe estar vivo,
despierto al camino que muestra tori: una buena técnica sólo puede ser superada
con una buena caída. La humildad es reconocer el valor del otro por lo que es,
es ser capaz de dar y recibir, de compartir y entregarse por entero a la
práctica. Pero la comprensión de la humildad debe obtenerse de la práctica
misma, pues sólo por medio de ella se comprende el sentido del Aikido que es el
amor por todos los seres. Esto es difícil de entender porque las artes
marciales se marcarían como artes creadas para destruir, para hacer la guerra.
Pero el Aikido se inscribe en las artes marciales que privilegian el Kata por
encima del combate, esto es un arte que observa la belleza del gesto, la forma
nacida de un espíritu noble. Podría decirse que es un camino inverso a la
sublimación, que eleva la energía corporal a un alma, el Kata eleva la energía
espiritual a un cuerpo que la expresa. Por eso en Aikido nadie es mejor que el
otro: uke y tori deben fundirse en una unidad indiferenciada donde sólo la
técnica es.
También hay que entender que el maestro no
es sólo la persona que enseña o personifica al Aikidoka superior. El maestro es
la persona que sabe asumir el papel que le toca desempeñar, quien lo ejecuta
con esmero y maestría. Por eso a los grandes artistas se les llama maestros,
por que saben ejecutar su técnica con limpieza y belleza del gesto. El Aikidoka
no es la excepción, tanto si es uke como si es tori, su técnica debe mostrar
belleza, gracia y virtuosidad tanto al recibir como al dar la proyección o el
control. En tal caso es el uke quien decide la impecable de la técnica, pues si
la recibe con orgullo, miedo o provocación se pondrá en riesgo su propia
integridad física, además que la forma correcta de recibir abre posibilidades
de contraatacar, por lo que resistirse a recibir es algo estúpido en Aikido.
Con los argumentos expuestos hasta ahora
creo que hay bastantes méritos para considerar al Aikido como una buena
estrategia para la defensa personal, eso sí, se debe tener en cuenta que en
caso de peligro real ante un bandido hay un sinnúmero de fenómenos que se deben
tener en cuenta, y por lo tanto no se puede garantizar que una persona con gran
habilidad de Aikidoka pueda salir ileso de tal situación, sólo se espera que un
Aikidoka en fe de sus principios no tenga nunca que enfrentarse a una situación
donde ponga a prueba sus conocimientos. Por último hay que comprender que la
idea de armonía en Aikido no es el de la suavidad o del aprovechar la fuerza
del contrincante para vencerlo, es la de evitar la confrontación, el choque
para entrar a conciliar, a ser Uno, es la defensa personal como tal, como la
evitación de ser lastimado tanto a sí mismo como al otro, porque después de
todo -entendiéndolo desde los principios de la filosofía oriental- todos
estamos interconectados en un sistema cósmico, donde hacerle daño a otro es
hacerse daño a sí mismo, así que es preferible evitar la confrontación y tratar
de llegar a un acuerdo de paz con el otro.
Así que trabajemos a conciencia para ser
buenos ukes antes que esperar ser grandes Aikidokas por la superioridad ante el
otro.
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