Cuando yo empecé a practicar artes marciales, más exactamente Taekwondo, mi profesor solía decir que “deberíamos usarlo únicamente como defensa personal en caso de necesitarlo”. Sin embargo, casi todas las técnicas aprendidas eran ofensivas, es decir aprendía a golpear, patear, estrangular, etc. Así que no estábamos aprendiendo específicamente a defendernos, aprendíamos a agredir. Es más, muchos artistas marciales suelen decir que “la mejor defensa es el ataque”. Y es que contemplar un arte marcial meramente defensivo es absurdo, ese arte deja de ser “marcial” en tanto que es un arte para aprender a combatir cuerpo a cuerpo contra un contrincante. Por eso, en tiempo de paz, las artes marciales se convierten en deportes donde el guerrero, sigue su formación física y mental en un medio controlado y reglado para reducir posibles daños a sus compañeros.
Pero Aikido se ha vendido como un arte de paz, meramente
defensivo, que no tiene técnicas de ataque, y la pregunta que uno se hace como
artista marcial es si es posible, ¿son realmente meramente defensivas las
técnicas de Aikido? Y es que las “técnicas de Aikido” no son exclusivas de este
arte marcial, todas las otras artes marciales también suelen aplicarlas en sus
combates libres, sobre todo en Hapkido, arte hermano del Aikido. Y es que toda
técnica marcial puede aplicarse tanto de forma ofensiva como defensiva,
dependiendo de la intención de la persona que la aplica, ahí es donde está
realmente la cuestión, ¿se está defendiendo o atacando en el momento de usarla?
Diferenciar esto podría ser fácil, si recibo un ataque y respondo la agresión
con una técnica me estoy defendiendo, si por el contrario tomo la iniciativa de
atacar… pero como suelen decir algunos, “la mejor defensa es el ataque”.
Entonces el concepto se va diluyendo en discusiones éticas y justificaciones
moralistas.
Aunque analizando la “técnica de Aikido” y su dinámica,
podríamos decir que hay unos principios específicos que hacen que la misma
funcione o no. Por ejemplo, el golpe de boxeo es considerado uno de los más
efectivos para noquear al contrincante, pero para ello se deben cumplir ciertos
principios, como la fuerza, potencia y precisión de su ejecución por parte del
boxeador, pero además su contrincante debe estar en el lugar y postura adecuada
para ser noqueado, si este bloquea o esquiva el golpe, pues no tendrá el efecto
deseado, así que para que una técnica funcione es necesario que todas las condiciones
o principios se cumplan, tanto en el boxeo como en el Aikido. Eso hace que la
“técnica de Aikido” sea bastante compleja, puesto que los principios que en
ella existen son muchos, desde la postura hasta el contacto, la distancia, el
momento, etc.
En ese sentido, la “técnica de Aikido” funciona en tanto el
compañero haga un ataque sincero o real, es decir que su ataque vaya hacia el
tori con intención de por lo menos tocarlo, puesto que un falso ataque, sin
intención, no ofrece la energía necesaria para la aplicación de la técnica. Por
supuesto, esta idea necesita aclaración y análisis.
Yo suelo jugar bastante en mis clases, entre los juegos y el
estudio se puede ver cuan efectiva puede ser la “técnica de Aikido” como ataque,
en tal caso suelo sorprender a mis estudiantes aplicándoles técnicas
inesperadas, algunos caen inmediatamente, pero la mayoría, sobre todos los
novatos suelen paralizarse, lucen estafermos y se tensan tanto que la técnica
no funciona, en tal caso, surgen varias hipótesis sobre el asunto:
1.
Yo he cometido algún error en la ejecución de la
técnica.
2.
Mi compañero comete algún error en la forma de
recibir la técnica.
3.
Falta algún principio básico para la ejecución
de la técnica correctamente.
Es fácil y rápido simplemente asignar a la ineficacia al
error, bien de tori o de uke, y buscar culpables de las fallas, sin embargo y
en conciliación de las tres hipótesis, los errores son por el descuido de los
principios básicos de la técnica. En este caso estamos con la idea de que la
técnica funciona cuando hay un ataque sincero o real. En tal caso, si ataco con
una técnica no funcionaría en tanto que el estudiante que está ahí parado sin
hacer nada, no está atacando, no hay motivo para aplicarle técnica alguna, entonces
ahí no hay “técnica de Aikido”. Pero igual, para ejecutar una técnica hay que
ser agresivo, activo, despierto, es decir, hay que contraatacar o por lo menos
hacer contacto activo con el uke, de lo contrario seriamos golpeados por
nuestro compañero, no se recibe un ataque de manera pasiva, hay que actuar en
armonía con ese ataque, eso aplica tanto cuando se es tori como cuando se es
uke, se recibe un ataque o una técnica de manera activa. Es decir, un acto
defensivo solo es posible si la persona esta despierta y atenta como para no
ser sorprendido con un ataque inesperado y, además, responder activamente al
mismo (Es claro que todo aquel que busque aprender defensa personal debe
entrenarse y mantener un buen estado físico para reaccionar adecuadamente a un
ataque o situación de peligro).
Si bien la “técnica de Aikido” se podría usar como ataque,
lo que vamos observando es que solo se puede calificar como tal si se aplica
contra un uke activo, es decir contra un ataque sincero o real, porque aplicarla
a una persona pasiva, sin intención de agredir no tiene sentido, no es adecuado
y pierde efectividad en tanto que la “técnica de Aikido” funciona en un
intercambio activo y hacerlo como ataque podría conllevar lesiones a la persona
que la recibe al forzarla contradiciendo con ello los principios y filosofía del
Aikido, por lo que la técnica deja de ser de Aikido para ser otra cosa, para
ser técnica de otro arte marcial.
Entonces podríamos concluir que el Aikido es un arte marcial
meramente defensivo en cuanto a su dinámica, principios y filosofía, aunque las
técnicas que se aplican en este arte marcial podrían usarse en diferentes
escenarios y con diferentes intenciones, en tal caso no la calificaríamos de
“técnicas de Aikido” puesto que son habilidades propias del ser humano que se
entrena para aplicarlas en combates cuerpo a cuerpo sin importar el nombre que
se le dé al arte marcial que estudia quien la aplica.