Siempre me he cuestionado el cómo se lleva la experiencia del aikido a otras esferas de la vida. Cómo en nuestras relaciones sociales, personales o de negocios se podría poner en practica el principio del aikido sin estar presente la idea de confrontación que se tiene de este arte debido al asunto de estar catalogado como marcial, y al tiempo nos decimos que es un estilo de vida, o sea, impregna todos los asuntos de en la que se involucra el aikidoka comprometido con el arte. Y la clave la descubrí leyendo el libro de Anthony Robbins, “Poder Sin Limites, La Nueva Ciencia del Desarrollo Personal”. Es un libro que enseña a redefinir nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás a través de una comunicación más armoniosa donde las estrategias del aikido se ponen en juego: contacto, sensibilidad, flexibilidad, fluidez, armonía y precisión.
La primera redefinición de Robbins es sobre el poder y la calidad de vida en las relaciones humanas. Pues este señor mira el poder como la capacidad de actuar, de crear lo que uno desea al tiempo que se generan valores que interesen a otros. Y la calidad de vida es vista como la calidad de la comunicación que seduce y arrastra al otro a actuar acorde con nuestros intereses por ser clara y efectiva.
En aikido, sea el tori o el uke el poder se ejerce en tanto acción centrada en un punto. Normalmente el tori saca de balance a uke; y el uke debe trabajar en la dirección de recuperar su equilibrio, bien sea por la vía de la caída o de la contra técnica, o sea bien luche o huya (respuestas esperadas en cualquier situación de peligro), todo el juego se hace en un ininterrumpido flujo de ki entre uke y tori donde no hay dominio de uno sobre el otro, sino un intercambio de intereses donde ambos salen ganando, o por lo menos ambos salen ilesos. Aquí vemos como este juego exige del aikidoka gran flexibilidad para acomodarse a cada instante a una nueva situación, ese es el poder de acción sin dejarse estancar por obstáculos que se presentan en el camino.
La calidad de vida realmente depende de las valoraciones que hacemos sobre lo que nos acontece a diario, del como interpretamos esos sucesos, del como nos comunicamos con nosotros mismos ante las circunstancias que nos rodean. He ahí el poder de comunicación, en el cómo contactamos con nosotros mismos, con el entorno y con los demás.
Entonces una de las más grandes lecciones del aikido para la vida cotidiana es la flexibilidad con la cual el aikidoka no pretende superar la fuerza del compañero, sino más bien replegarse sobre ella y redirigirla. Aunque las personas normalmente funcionan con patrones de comportamiento determinados y difícilmente salen de ellos cuando desconocen sus propios patrones. Estos modelos comportamentales aparentemente facilitan la interacción de la persona, le economiza el trabajo mental que debe hacer, realmente lo van haciendo perezoso a buscar nuevas alternativas y nuevos patrones que le enriquezcan la vida. Esos patrones de comportamiento son los obstáculos más difíciles de superar en la persona, implica una fuerte lucha contra sí mismo, dejar viejos hábitos que le han funcionado al sujeto en otras ocasiones y dejar los mecanismos de defensa montados desde muy temprana edad para reacomodarse a las nuevas circunstancias. Es, pues, algo que a la larga se ha vuelto rígida y difícil de desmontar. Pero si comprendemos que la vida es continua mutación, es impermanente, por lo tanto hay que reconocer la necesidad de cambiar y proponérselo, hay que corregir mis patrones de comportamiento y modificarlos hacia el fin deseado; después de todo cada dificultad nos enseña nuevas alternativas, otros caminos, otras metas que podríamos alcanzar. Así en aikido además de la técnica básica se estudia la contra técnica, el encadenamiento de técnicas, las variaciones de la técnica y un sin número de posibilidades de ellas.
Jairo Augusto Sánchez González.