Vienen, pues, a
Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que
vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas.
Marcos 11; 15.
Entre las habilidades del
desarrollo personal que se esperan adquirir con la práctica del Aikido se
encuentra el autocontrol, esa capacidad de dominarse a sí mismo, de no dejar
que los demás le saquen de quicio o algo parecido. ¿Pero qué significa
autocontrol? En el imaginario se puede pensar que alguien tiene autocontrol
cuando permanece inalterado por circunstancias adversas, violentas o
peligrosas; el miedo o la ira no se manifiestan en su rostro ni comportamiento
cuando es agredido o insultado por otra persona.
El autocontrol como “la habilidad
de controlar las propias emociones, pensamientos, actos y deseos” en ningún
momento indica de quien la ejerce no exprese sus emociones, pensamientos, actos
o deseos. Muy por el contrario, quien se domina a sí mismo es alguien que expresa
sus sentimientos en el momento y lugar adecuados, es alguien que ejerce la
comunicación asertiva, es decir expresa sus pensamientos y emociones en el
marco de su propio derecho a defenderse respetando los límites que eso implica,
es decir, respetando los derechos de los demás con quien comparte los espacios
e intereses comunes.
Por otro lado, el Aikido como
arte marcial, enseña a defenderse a sí mismo de posibles agresiones que pueda
sufrir la persona. Si bien, conocido como “el arte de la paz”, como un arte que
enseña el cooperativismo y colaboración entre los practicantes, no deja de
enseñar la aplicación de técnicas que en otros escenarios serian altamente
lesivas para la persona que la reciba, es decir, la técnica de Aikido aplicada
a una persona que no sabe cómo recibirla es altamente probable que resulte
lesionado. En tal caso, uno como aikidoka espera tener el suficiente
autocontrol y control de la técnica para reducir al mínimo el posible daño y
solo hacer una neutralización de la agresión proveniente de una persona
violenta.
También se debe tener claro que
los conflictos cotidianos que se presentan normalmente se inician con
intercambios verbales. En ese sentido el Aikido propiamente dicho no enseña a
responder a insultos o agravios verbales, aunque ahora se habla de Aikido
Verbal y toda la filosofía del Aikido se enfoca en la resolución pacífica de
los conflictos. Lo cierto es que el Aikido es puramente físico, es la ejecución
de técnicas en respuesta a agresiones físicas, a golpes o puñaladas o cortes de
espada. La palabra solo ocasiona perturbación psicológica y emotiva; ofende en
caso que la persona, en su habilidad de dominarse a sí mismo sea escasa (o tal
vez no). En fin, tal vez el entrenamiento no enseña Aikido Verbal, pero si
enseña algo fundamental en el dominio de las emociones, el control de la respiración.
Las emociones van al ritmo de la respiración, o tal vez al contrario. Lo cierto
es que la respiración se altera con la emoción sentida en cada momento. Así pues,
el Aikido Verbal es otra enseñanza que puede ir de la mano del entrenamiento de
Aikido en tanto que el instructor discuta con sus alumnos y todos lean libros,
artículos o páginas web al respecto. Entonces es claro que el mero hecho de
entrenar Aikido no hace del aikidoka una persona auto controlada en sí misma, y
debe además de entrenar, estudiar, investigar y comprender como extender ese
conocimiento a todas las esferas de su vida.
Entonces hemos de considerar que
tener autocontrol no necesariamente es alguien que manifiesta total dominio y control
de sus pensamientos, sentimientos, actos y deseos. Así como un buen maestro de
artes marciales, en su honestidad, no puede garantizar a sus alumnos que con su
arte marcial puede efectivamente defenderse en la calle, debido a que el
resultado de un desencuentro dependerá de muchos factores que entran en juego
al momento de tal hecho, igualmente, el dominio de sí mismo no depende del
entrenamiento sino de las circunstancias del momento al que debe enfrentar. Por
ejemplo, enfrentarse al tráfico de las ciudades modernas es bastante
estresante, es frecuente que por imprudencia propia o de otro conductor ocurran
situaciones agresivas verbales y tal vez físicas. En este caso hablaré de mi
propia experiencia como ciclista. Medellín no es una ciudad para montar en
bicicleta, es tal vez el actor vial más vulnerable incluso que el mismo peatón,
ya que por lo menos los peatones cuentan con aceras para transitar, pero el
ciclista debe transitar en medio del tránsito pesado de las avenidas,
esquivando vehículos de todo tipo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu4LBRYiNxWEXmk2EaWsxLxoKUjbgCB6eTNssgb6AFFqVoWPsHqZgJQlsA-PeK9GckwIX6NyN7lfktxWhSZDYUiMDwktR8AtMWy56OKhsSzDW362L5PfEsxacUtlxfa03KyZtGcaSADwnh/s320/bici.jpg)
En mi experiencia como ciclista, solía
ignorar a los conductores malhumorados que insultan y vociferan en la calle a
los ciclistas por el mero hecho de estar en las vías, o por desencuentros por
imprudencias de uno u otro. Sin embargo, esta respuesta considera acertada por
muchos estudiosos del Aikido Verbal en muchas ocasiones no era tan buena, uno
resultaba perseguido y hasta atropellado por el conductor enfadado. En varias
ocasiones me ha tocado subir a la acera y meterme en contravía para huir de
tales conductores. Así que he descubierto que a veces es mejor intercambiar
algunos insultos con ellos hasta que se fatigan y siguen el camino. Ellos tal
vez se sientan aliviados con ese ejercicio y yo me siento seguro de haber
evitado una agresión mayor (no he de ocultar que sentía cierto deseo que los
tipos intentaran agredirme físicamente para probar mis habilidades merciales). Por
eso pongo de cita la situación de Jesús de Nazaret cuando expulsó a los
mercaderes del templo. Él es un santo, es Dios para los cristianos, el ser más
perfecto que jamás ha existido, sin embargo tuvo su arranque de ira. ¿Estuvo
fuera de control? Creo que no, él sabía exactamente lo que hacía. En tal
sentido, manifestar y expresar el enfado cuando se siente no es malo ni
necesariamente refleja falta de control de sí mismo. En defensa de los derechos
propios que cada cual tiene por el mero hecho de existir una persona no debe
ocultar sus emociones consideradas negativas. Por supuesto, se deben expresar
en el momento correcto en el lugar correcto con la persona correcta, para
lograr tal nivel de corrección la persona debe saber exactamente lo que hace.
Así que el autocontrol no se
manifiesta en ocultar las emociones, mostrarse siempre con un buen ánimo y sonreír
a toda situación adversa, sino en saber lo que se hace y conocer los límites
permitidos en el ejercicio de la defensa de la propia persona, de sus derechos
y los derechos de los demás con quienes comparte lugares e intereses comunes.