sábado, 17 de febrero de 2018

Autocontrol


Vienen, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas.
Marcos 11; 15.

Entre las habilidades del desarrollo personal que se esperan adquirir con la práctica del Aikido se encuentra el autocontrol, esa capacidad de dominarse a sí mismo, de no dejar que los demás le saquen de quicio o algo parecido. ¿Pero qué significa autocontrol? En el imaginario se puede pensar que alguien tiene autocontrol cuando permanece inalterado por circunstancias adversas, violentas o peligrosas; el miedo o la ira no se manifiestan en su rostro ni comportamiento cuando es agredido o insultado por otra persona.

El autocontrol como “la habilidad de controlar las propias emociones, pensamientos, actos y deseos” en ningún momento indica de quien la ejerce no exprese sus emociones, pensamientos, actos o deseos. Muy por el contrario, quien se domina a sí mismo es alguien que expresa sus sentimientos en el momento y lugar adecuados, es alguien que ejerce la comunicación asertiva, es decir expresa sus pensamientos y emociones en el marco de su propio derecho a defenderse respetando los límites que eso implica, es decir, respetando los derechos de los demás con quien comparte los espacios e intereses comunes.

Por otro lado, el Aikido como arte marcial, enseña a defenderse a sí mismo de posibles agresiones que pueda sufrir la persona. Si bien, conocido como “el arte de la paz”, como un arte que enseña el cooperativismo y colaboración entre los practicantes, no deja de enseñar la aplicación de técnicas que en otros escenarios serian altamente lesivas para la persona que la reciba, es decir, la técnica de Aikido aplicada a una persona que no sabe cómo recibirla es altamente probable que resulte lesionado. En tal caso, uno como aikidoka espera tener el suficiente autocontrol y control de la técnica para reducir al mínimo el posible daño y solo hacer una neutralización de la agresión proveniente de una persona violenta.

También se debe tener claro que los conflictos cotidianos que se presentan normalmente se inician con intercambios verbales. En ese sentido el Aikido propiamente dicho no enseña a responder a insultos o agravios verbales, aunque ahora se habla de Aikido Verbal y toda la filosofía del Aikido se enfoca en la resolución pacífica de los conflictos. Lo cierto es que el Aikido es puramente físico, es la ejecución de técnicas en respuesta a agresiones físicas, a golpes o puñaladas o cortes de espada. La palabra solo ocasiona perturbación psicológica y emotiva; ofende en caso que la persona, en su habilidad de dominarse a sí mismo sea escasa (o tal vez no). En fin, tal vez el entrenamiento no enseña Aikido Verbal, pero si enseña algo fundamental en el dominio de las emociones, el control de la respiración. Las emociones van al ritmo de la respiración, o tal vez al contrario. Lo cierto es que la respiración se altera con la emoción sentida en cada momento. Así pues, el Aikido Verbal es otra enseñanza que puede ir de la mano del entrenamiento de Aikido en tanto que el instructor discuta con sus alumnos y todos lean libros, artículos o páginas web al respecto. Entonces es claro que el mero hecho de entrenar Aikido no hace del aikidoka una persona auto controlada en sí misma, y debe además de entrenar, estudiar, investigar y comprender como extender ese conocimiento a todas las esferas de su vida.

Entonces hemos de considerar que tener autocontrol no necesariamente es alguien que manifiesta total dominio y control de sus pensamientos, sentimientos, actos y deseos. Así como un buen maestro de artes marciales, en su honestidad, no puede garantizar a sus alumnos que con su arte marcial puede efectivamente defenderse en la calle, debido a que el resultado de un desencuentro dependerá de muchos factores que entran en juego al momento de tal hecho, igualmente, el dominio de sí mismo no depende del entrenamiento sino de las circunstancias del momento al que debe enfrentar. Por ejemplo, enfrentarse al tráfico de las ciudades modernas es bastante estresante, es frecuente que por imprudencia propia o de otro conductor ocurran situaciones agresivas verbales y tal vez físicas. En este caso hablaré de mi propia experiencia como ciclista. Medellín no es una ciudad para montar en bicicleta, es tal vez el actor vial más vulnerable incluso que el mismo peatón, ya que por lo menos los peatones cuentan con aceras para transitar, pero el ciclista debe transitar en medio del tránsito pesado de las avenidas, esquivando vehículos de todo tipo.

En mi experiencia como ciclista, solía ignorar a los conductores malhumorados que insultan y vociferan en la calle a los ciclistas por el mero hecho de estar en las vías, o por desencuentros por imprudencias de uno u otro. Sin embargo, esta respuesta considera acertada por muchos estudiosos del Aikido Verbal en muchas ocasiones no era tan buena, uno resultaba perseguido y hasta atropellado por el conductor enfadado. En varias ocasiones me ha tocado subir a la acera y meterme en contravía para huir de tales conductores. Así que he descubierto que a veces es mejor intercambiar algunos insultos con ellos hasta que se fatigan y siguen el camino. Ellos tal vez se sientan aliviados con ese ejercicio y yo me siento seguro de haber evitado una agresión mayor (no he de ocultar que sentía cierto deseo que los tipos intentaran agredirme físicamente para probar mis habilidades merciales). Por eso pongo de cita la situación de Jesús de Nazaret cuando expulsó a los mercaderes del templo. Él es un santo, es Dios para los cristianos, el ser más perfecto que jamás ha existido, sin embargo tuvo su arranque de ira. ¿Estuvo fuera de control? Creo que no, él sabía exactamente lo que hacía. En tal sentido, manifestar y expresar el enfado cuando se siente no es malo ni necesariamente refleja falta de control de sí mismo. En defensa de los derechos propios que cada cual tiene por el mero hecho de existir una persona no debe ocultar sus emociones consideradas negativas. Por supuesto, se deben expresar en el momento correcto en el lugar correcto con la persona correcta, para lograr tal nivel de corrección la persona debe saber exactamente lo que hace.


Así que el autocontrol no se manifiesta en ocultar las emociones, mostrarse siempre con un buen ánimo y sonreír a toda situación adversa, sino en saber lo que se hace y conocer los límites permitidos en el ejercicio de la defensa de la propia persona, de sus derechos y los derechos de los demás con quienes comparte lugares e intereses comunes.


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