miércoles, 26 de octubre de 2011

DEFENSA PERSONAL POR LA VÍA DE LA PAZ




1. Defensa Personal y artes marciales

Cuando se ofrecen cursos de artes marciales siempre se alude a la defensa personal como atractivo para que le gente se motive a practicarla. Lógicamente este ideal cae al transcurso que se practica, pues se descubre que para lograr un buen desempeño en el arte marcial que se practica es necesario un buen estado físico que se alcanza con una practica casi de un deportista de alto rendimiento, lo que implica sacrificar un poco la salud, puesto que la practica de cualquier deporte casi al 100% de nuestra capacidad disminuye la reserva energética del cuerpo y cae rápidamente en un estado de agotamiento. O sea que las personas que se acercan con el ideal de aprender a defenderse pierden interés, pues es lógico que si soy fuerte, ágil, muy hábil y astuto podría defenderse sin ningún problema así no sepa algún arte marcial. También la idea de defensa personal está asociada con la idea de estrategias para tomar ventajas en un combate real. Pero ninguna estrategia marcial es realmente 100% efectiva; siempre hay una contra técnica o truco para superarla o evitarla. El combate simulado que implica su estudio tampoco llena las expectativas sobre la efectividad de la técnica, y no es posible cubrir todas las posibilidades de ataques o estilos de combate posibles, sobre todo cuando cada arte marcial tiene su propio estilo de combate, que no se compara con el combate callejero que implica la defensa personal. De este modo nos queda replantear que es defensa  personal.

Las personas que buscan en las artes marciales defensa personal, son por lo general personas que se consideran débiles e indefensos ante un mundo agresivo y violento --tal vez tienen su "abusivo personal" que los violenta a diario a quien estiman, por lo que quieren aprender a defenderse sin lastimarlo-. Se podría decir que más que  defensa personal buscan el modo de vengar la ofensa que otros le acometen, demostrarles que son poderosos y difíciles de intimidar. Pero eso no es defensa personal, así haya quien diga que "la mejor defensa es el ataque", pero eso es falso, si yo ataco primero paso a ser el agresor antes que el agredido, eso no es defensa sino agresión. También si respondo un ataque pasó a entrar en el juego de la violencia que el otro quiere imponer, eso no es defensa, eso es un combate, una guerra. Debemos entender la defensa como tal, como la acción de evitar ser lastimados, de proteger mi integridad y para tal meta no es necesario lastimar al contrincante o eliminarlo, sólo hay que mantenerse alejado de la trayectoria de sus ataque, eludir sus golpes y tal vez buscar una conciliación. El Aikido es el primer arte marcial que ofrece esta alternativa de intercambio en la ejecución de su estilo de combate.

Tal vez los Aikidokas estén en desacuerdo con mi planteamiento, puesto que el Aikido ofrece un sistema de combate particular que no tiene punto de comparación con el combate callejero, que es sobre el cual se aplicaría la defensa personal. Pero el Aikido ofrece dos alternativas aplicables a la defensa: evitar ser lastimado con movimientos de esquiva (giros y desplazamientos en zig zag) y plantea un movimiento muy natural de acuerdo a la anatomía del cuerpo humano, o sea que para la ejecución de la técnica no es necesario hacer posiciones o movimientos complicados como los que realiza la gimnasia (en casos como la capoeira o el kung fu). Lo que sugiera que a la larga, una vez comprendido los principios básicos del Aikido es posible aplicar el Aikido a la defensa personal.

2. El kata

Otro argumento para desechar las artes marciales como defensa personal es el asunto que estas privilegian el kata sobre la eficacia en el combate. Pero ¿qué es el kata? Se entiende el kata como el esquema demostrativo de un combate simulado. Normalmente se traduce como forma, esquema, figura, gesto, pero hay que entender su sentido más profundo porque lo se busca con la practica del kata no es sólo la belleza formal de la técnica -de ser así, no sería un arte marcial sino una danza- sino, además la forma mas eficaz de la misma, o sea la formalidad de la técnica marcial no es más que la búsqueda de los principios físicos y biomecánicos que comprenden la ejecución de la técnica, o lo que es lo mismo, se pretende lograr mayor eficacia con el mínimo esfuerzo. Por eso la práctica de un arte marcial como defensa personal demanda una entrega entera y constante a la práctica durante varios años antes de pensar en la eficacia en el combate. Las artes marciales orientadas al kata se practicaban en el Japón en tiempos de paz como método para mantener a los guerreros en forma al tiempo que mejoraban sus estrategias de combate, por lo que la aplicación de las técnicas no se llevaba hasta su máxima expresión, o sea la muerte del contrincante, situación que ha llevado a pensar a la gente que la practica del kata no es una adecuada manera de llegar a comprender la razón de ser de las artes marciales que es superar al contrincante. Practicar de una manera suave y cuidando al compañero es para algunos una forma de engañar a las personas con respecto a la defensa personal, pues el cuerpo no aprende a reaccionar con la destreza y fuerza del combate real, y tal vez es cierto cuando se espera que las respuestas de pelea sean casi reflejas en los guerreros. Por eso artes marciales como el Taekwondo llevaron a la competencia el combate con contacto total apoyado con una serie de protectores y, por supuesto, restringiendo las técnicas peligrosas, reduciéndose a un boxeo con las piernas.
Pero a la larga creo que este argumento desmerita el valor de la kata como estudio de mejorar y perfeccionar el estilo de combate. Y, por supuesto, el Aikido como arte marcial no violento no necesita restringir o disimular la realidad del combate, puesto que su práctica no se realiza para resaltar la superioridad de uno sobre el otro o para aniquilarlo. Por ejemplo, cuando el uke cae no es por que perdió ante el tori, sino que es una manera de salir ileso de la técnica  teniendo la posibilidad de huir o continuar con el combate. Y, por supuesto que, si se comprende el principio básico del Aikido: "evitar ser lesionado", una buena caída es la mejor manera de alcanzar este objetivo, puesto que el choque y la confrontación puede ocasionar daños a uno o al otro. 

3. Ser uke.

Sin embargo, la razón de mayor envergadura para la deserción en las artes marciales no es la frustración de no alcanzar las metas, lo engañoso de la practica del kata con respecto al combate real o el sacrificio que implica su practica, sino el golpe al ego cuando se es uke -y es que ubicarse en la posición de quien pierde, es humillado o inferior a su compañero es desagradable para cualquiera, sobre todo en una sociedad que promueve la gloria del triunfo-.
Quien practica artes marciales desea aprender a superar al contrincante con técnicas que muestren su superioridad en fuerza, astucia e inteligencia, pero para aprender las estrategias de combate debe primero recibir las técnicas; tal es el caso en el Aikido donde su estudio supone un agresor que pierde al intentar golpear al Aikidoka, este supuesto agresor es uke. Entonces uke tiene dos connotaciones negativas que nadie quiere asumir: es el malo y es el perdedor. Y lo peor es que se resalta la importancia de uke sólo en el sentido de ser necesario para aprender a ejecutar la técnica y se desconoce su papel primordial como maestro de tori y sobre todo como el camino de la humildad del artista marcial.

El efecto de las connotaciones psicológicas que recaen sobre uke son un aspecto importante para estudiar en el caso de las deserciones y en las dificultades de los novatos para comprender la técnica de Aikido, pues estas lesionan el ego del practicante que desconoce el arte de ser uke, arte que esta íntimamente relacionado con la filosofía oriental (del eliminar el ego y el desapego del Zen y de la "no acción" del taoísmo entre otras ideologías orientales que promulgan el vacío como lo verdaderamente real). Y es que en un pensamiento donde la rivalidad de los opuestos no existe, sino que hay una dialéctica dinámica no se puede hablar de malo o bueno, perdedor o ganador porque los opuestos se confunden en una unidad indiferenciada donde no se sabe quien es quien; sólo hay una relación de dos en la practica donde cada cual le saca provecho al papel que le toca desempeñar.

Ser uke es el camino de la humildad, de la eliminación del ego en el sentido del dejarse guiar por tori en la ejecución de la técnica sin la pretensión de ser el mejor, pero no significa una resignación y un abandono al antojo del tori sino que debe haber una comprensión corporal de las intenciones que se ponen en juego en la técnica, el uke debe estar vivo, despierto al camino que muestra tori: una buena técnica sólo puede ser superada con una buena caída. La humildad es reconocer el valor del otro por lo que es, es ser capaz de dar y recibir, de compartir y entregarse por entero a la práctica. Pero la comprensión de la humildad debe obtenerse de la práctica misma, pues sólo por medio de ella se comprende el sentido del Aikido que es el amor por todos los seres. Esto es difícil de entender porque las artes marciales se marcarían como artes creadas para destruir, para hacer la guerra. Pero el Aikido se inscribe en las artes marciales que privilegian el Kata por encima del combate, esto es un arte que observa la belleza del gesto, la forma nacida de un espíritu noble. Podría decirse que es un camino inverso a la sublimación, que eleva la energía corporal a un alma, el Kata eleva la energía espiritual a un cuerpo que la expresa. Por eso en Aikido nadie es mejor que el otro: uke y tori deben fundirse en una unidad indiferenciada donde sólo la técnica es.

También hay que entender que el maestro no es sólo la persona que enseña o personifica al Aikidoka superior. El maestro es la persona que sabe asumir el papel que le toca desempeñar, quien lo ejecuta con esmero y maestría. Por eso a los grandes artistas se les llama maestros, por que saben ejecutar su técnica con limpieza y belleza del gesto. El Aikidoka no es la excepción, tanto si es uke como si es tori, su técnica debe mostrar belleza, gracia y virtuosidad tanto al recibir como al dar la proyección o el control. En tal caso es el uke quien decide la impecable de la técnica, pues si la recibe con orgullo, miedo o provocación se pondrá en riesgo su propia integridad física, además que la forma correcta de recibir abre posibilidades de contraatacar, por lo que resistirse a recibir es algo estúpido en Aikido.

Con los argumentos expuestos hasta ahora creo que hay bastantes méritos para considerar al Aikido como una buena estrategia para la defensa personal, eso sí, se debe tener en cuenta que en caso de peligro real ante un bandido hay un sinnúmero de fenómenos que se deben tener en cuenta, y por lo tanto no se puede garantizar que una persona con gran habilidad de Aikidoka pueda salir ileso de tal situación, sólo se espera que un Aikidoka en fe de sus principios no tenga nunca que enfrentarse a una situación donde ponga a prueba sus conocimientos. Por último hay que comprender que la idea de armonía en Aikido no es el de la suavidad o del aprovechar la fuerza del contrincante para vencerlo, es la de evitar la confrontación, el choque para entrar a conciliar, a ser Uno, es la defensa personal como tal, como la evitación de ser lastimado tanto a sí mismo como al otro, porque después de todo -entendiéndolo desde los principios de la filosofía oriental- todos estamos interconectados en un sistema cósmico, donde hacerle daño a otro es hacerse daño a sí mismo, así que es preferible evitar la confrontación y tratar de llegar a un acuerdo de paz con el otro.

Así que trabajemos a conciencia para ser buenos ukes antes que esperar ser grandes Aikidokas por la superioridad ante el otro.

¿Es el Aikido un arte marcial meramente defensivo?

 Cuando yo empecé a practicar artes marciales, más exactamente Taekwondo, mi profesor solía decir que “deberíamos usarlo únicamente como def...