jueves, 2 de septiembre de 2010

AIKIDO FUERA DEL DOJO.

Siempre me he cuestionado el cómo se lleva la experiencia del aikido a otras esferas de la vida. Cómo en nuestras relaciones sociales, personales o de negocios se podría poner en practica el principio del aikido sin estar presente la idea de confrontación que se tiene de este arte debido al asunto de estar catalogado como marcial, y al tiempo nos decimos que es un estilo de vida, o sea, impregna todos los asuntos de en la que se involucra el aikidoka comprometido con el arte. Y la clave la descubrí leyendo el libro de Anthony Robbins, “Poder Sin Limites, La Nueva Ciencia del Desarrollo Personal”. Es un libro que enseña a redefinir nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás a través de una comunicación más armoniosa donde las estrategias del aikido se ponen en juego: contacto, sensibilidad, flexibilidad, fluidez, armonía y precisión. La primera redefinición de Robbins es sobre el poder y la calidad de vida en las relaciones humanas. Pues este señor mira el poder como la capacidad de actuar, de crear lo que uno desea al tiempo que se generan valores que interesen a otros. Y la calidad de vida es vista como la calidad de la comunicación que seduce y arrastra al otro a actuar acorde con nuestros intereses por ser clara y efectiva. 

En aikido, sea el tori o el uke el poder se ejerce en tanto acción centrada en un punto. Normalmente el tori saca de balance a uke; y el uke debe trabajar en la dirección de recuperar su equilibrio, bien sea por la vía de la caída o de la contra técnica, o sea bien luche o huya (respuestas esperadas en cualquier situación de peligro), todo el juego se hace en un ininterrumpido flujo de ki entre uke y tori donde no hay dominio de uno sobre el otro, sino un intercambio de intereses donde ambos salen ganando, o por lo menos ambos salen ilesos. Aquí vemos como este juego exige del aikidoka gran flexibilidad para acomodarse a cada instante a una nueva situación, ese es el poder de acción sin dejarse estancar por obstáculos que se presentan en el camino. La calidad de vida realmente depende de las valoraciones que hacemos sobre lo que nos acontece a diario, del como interpretamos esos sucesos, del como nos comunicamos con nosotros mismos ante las circunstancias que nos rodean. He ahí el poder de comunicación, en el cómo contactamos con nosotros mismos, con el entorno y con los demás. 

El contacto es la comunicación del aikido, y el cómo contactamos es lo que posibilita el flujo de la acción, de él depende el éxito de la técnica y el buen termino de la contra-caída. Una buena comunicación entre tori y uke permite la fluidez de la técnica de aikido y también un buen desempeño en los negocios. Aquí ya debemos pasar a entender como es ese contacto para que la transacción sea exitosa, tanto para tori como para uke, así como para el vendedor como para el comprador. En aikido el contacto es total, de centro a centro, esto es meterse en la “fisiología” del otro, en armonizar con los patrones de respiración, postura, gestos, tono de voz de su interlocutor; este juego de empatía favorece el encuentro y en la ejecución de una técnica se observa y siente cuando el movimiento fluye sin obstáculos ni tropiezos como una danza. Se comprende realmente los puntos de vista del interlocutor con gran sensibilidad a la formación de resistencias para en ellos hallar puntos de acuerdos y redirigir la comunicación en la dirección deseada. Eso es el aikido verbal, donde palabras como “aprecio... respeto... admito...” son utilizadas como mensajes de entender la opinión del compañero, y luego con sutileza y sin hacer oposición con palabras como “pero... sin embargo...” se introduce nuestra opinión buscando puntos de acuerdo haciendo sentir al interlocutor respetado y escuchado. Si además se modela su “fisiología”, si se contacta a su espíritu se sentirá en empatía con nosotros y el negocio será exitoso. Es por eso que el agua es el elemento del aikido. El agua no discrepa con las barreras que se interponen en su camino, simplemente las bordea o llena la represa hasta rebosarla, también cuando esta en reposo y calmada refleja con gran nitidez todo cuanto se asoma sobre ella. Así el espíritu del aikidoka debe ser fluido y claro.

Entonces una de las más grandes lecciones del aikido para la vida cotidiana es la flexibilidad con la cual el aikidoka no pretende superar la fuerza del compañero, sino más bien replegarse sobre ella y redirigirla. Aunque las personas normalmente funcionan con patrones de comportamiento determinados y difícilmente salen de ellos cuando desconocen sus propios patrones. Estos modelos comportamentales aparentemente facilitan la interacción de la persona, le economiza el trabajo mental que debe hacer, realmente lo van haciendo perezoso a buscar nuevas alternativas y nuevos patrones que le enriquezcan la vida. Esos patrones de comportamiento son los obstáculos más difíciles de superar en la persona, implica una fuerte lucha contra sí mismo, dejar viejos hábitos que le han funcionado al sujeto en otras ocasiones y dejar los mecanismos de defensa montados desde muy temprana edad para reacomodarse a las nuevas circunstancias. Es, pues, algo que a la larga se ha vuelto rígida y difícil de desmontar. Pero si comprendemos que la vida es continua mutación, es impermanente, por lo tanto hay que reconocer la necesidad de cambiar y proponérselo, hay que corregir mis patrones de comportamiento y modificarlos hacia el fin deseado; después de todo cada dificultad nos enseña nuevas alternativas, otros caminos, otras metas que podríamos alcanzar. Así en aikido además de la técnica básica se estudia la contra técnica, el encadenamiento de técnicas, las variaciones de la técnica y un sin número de posibilidades de ellas.

Jairo Augusto Sánchez González.

PSICOLOGIA Y ARTES MARCIALES

Como profesional de psicología y artista marcial he encontrado la dificultad de que la gente entienda que estos dos campos de acción no son tan diferentes como parece. En mi larga carrera de buscar empleo como psicólogo siempre encuentro la dificultad en cuanto mi experiencia laboral está en las artes marciales y poco en la psicología, sin embargo mi trabajo como instructor no está muy lejos del de docente y psicólogo.

Las artes marciales están profundamente enraizadas en la milenaria filosofía oriental, una filosofía que es profundamente humana, psicológica y espiritual, holística y perenne que no puede dejar influir en el verdadero artista marcial.

Cuando se enseña un arte marcial no se puede dejar de lado todas esas cuestiones de la etiqueta, la responsabilidad social y personal que el estudiante debe asimilar antes de aprender a dar un golpe. Pues, aun algo tan simple como golpear tiene su forma correcta de ejecutar y debe aprenderse dentro del contexto de la disciplina del entrenamiento duro, constante y persistente del que quiere aprender un arte. No es algo tan intuitivo como la gente cree, es algo que requiere disciplina y constancia durante mucho tiempo, dentro del cual debe aprender a dominar sus propios instintos y el acto impulsivo y desordenado del que se deja llevar por la ira. El buen combatiente debe tener autocontrol y dominio de sí mismo para poder manejar un combate a su favor. Y es este poder de autocontrol el principal objetivo del arte marcial (es por lo menos lo que yo enseño en mis clases de artes marciales), la técnica bien ejecutada es una evidencia de ese poder, pues la victoria, tal como lo demuestran tantos campeonatos deportivos de todo tipo, depende en gran medida del momento mismo en que se da, de las condiciones del ese instante, de la situación en que se presentan la contienda.

Por supuesto el arte marcial como arte debe entenderse en el contexto del budo, como la vía espiritual del guerrero más allá del arte de hacer la guerra, es la vía de dominio de sí mismo que va desde la espada asesina a la espada dadora de vida a la ausencia de espada, es aprender a matarse a sí mismo para resucitar a una nueva vida. Es el camino que enseña el cristianismo y que la buena terapia psicológica debe tener en su trasfondo clínico: tener una visión diferente de la vida sin dejar de ser la persona que es. Es reconocer que cada cual vive su propio mundo e historia dentro de sí mismo donde el otro hace parte de él sin dejar de ser él mismo en su mundo, y es la propia percepción e interpretación de ese acontecer que le permite aceptar o rechazar, sentirse bien o mal con eso. Y solo cuando cada cual se controla, se conoce y se hace responsable de su propio ser es que puede dominar la técnica como un maestro.

Por eso el psicólogo y el instructor de artes marciales no difieren en sus objetivos, en buscar que el alumno o paciente encuentre su propio camino de auto superación, pues el camino humano debe ser siempre hacer de cada experiencia una buena oportunidad hacia la superación de sí mismo. En ese sentido el trabajo del terapeuta y del instructor es señalar una vía y estilo de hacer frente a los obstáculos de la vida y como superarlos.

¿Es el Aikido un arte marcial meramente defensivo?

 Cuando yo empecé a practicar artes marciales, más exactamente Taekwondo, mi profesor solía decir que “deberíamos usarlo únicamente como def...